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La peor enemiga

La peor enemiga Por: Ramón Brizuela Roque

Si el perro se ha ganado el epíteto de mejor amigo del hombre, no hay dudas entonces de que la rana es la peor enemiga de la mujer.


 
Nadie ha podido explicarme la causa, pero desde que la rana es rana y Eva habitaba en el paraíso empezaron las contradicciones. Con Adán no hubo problemas, su preferencia era por las manzanas.

No es lo mismo el jau jau esperanzador para el caminante nocturno, que en esa onomatopéyica expresión reconoce un sonido amigo, que el croac croac como una música diabólica que llega al oído femenino, casi igual que cuando la vecina chismosa le dice al verla llegar furtiva: te vi, te vi.Se estiman en unas 3 800 las especies de ranas y sapos conviviendo en el mundo, desde la pequeña que no excede los 10 milímetros y que solo existen en Cuba y Brasil, hasta las grandes de 30 centímetros y casi tres kilogramos de peso.

Con excepción de las venenosas, con un hábitat que se extiende desde Nicaragua hasta Bolivia y el sur de Brasil, las restantes son inofensivas, a tal punto que hasta se las come la gente, digo regularmente la predilección por las ancas empanizadas es de los hombres.

 Las ranas desde sus orígenes han tratado de confraternizar con las damas, buscan su amistad, fíjense que siempre están tratando de colárseles en su malanguitas y demás maticas húmedas del jardín, pero que va, enseguida la mujer llama al marido y con total histeria empieza “!Bótala... mátalaaa!” ¡Échale sal en los ojos!. Se imaginan, sal en los ojos, cuanta crueldad.

He vivido la experiencia de cuando residía en un quinto piso. A veces, a media noche, se colaban a hurtadillas en el balcón, y en cuanto mi esposa las detectaba empezaba el arrebato, “tírala tírala, ya volvió” sin entrar en razones de que estábamos a la altura de una quinta planta y que no era la misma de la noche anterior.

Por supuesto, a esa hora no había mucho que discutir, la tomaba en mi mano mientras ella tranquila, fría, con su gran boquita apretada, me miraba con su grandes ojotes saltones pidiendo misericordia; quizás pensaba: “esta señora no reconocerá cuanto trabajo para llegar aquí arriba, para que ahora me lancen como a un paracaidista suicida”.

 Fíjense cuanta discriminación, hasta para escoger el nombre de personajes, por ejemplo existe “Sandokan, el tigre de la Malasia”, “El león del desierto”, los caciques Toro Salvaje y Caballo Loco, “El Vampiro de Dusseldorf”, pero a nadie se le ha ocurrido ponerse “El capitán ranita”.

Otra muestra de los sanos propósitos de los animalitos que para confraternizar hasta han hecho concesiones, ellos todos son ranitas, hasta los machos. No es el caso de los sapos, esos no entran en esas blandenguerías, ellos son puros machotes, no andan metiéndose en las malanguitas, cuando cantan lo hacen con voz bien gorda, y son sapos y sapas, no ranita hembra y ranita macho, porque eso los demerita, vaya los afloja ante las demás especies del reino animal.Las mujeres pueden ver una manada de elefantes en estampida y ni se inmutan; se desboca un caballo salvaje y casi no le prestan atención, pero que no se cuele una ranita en la sala cuando están viendo la novela, es peor que si llegara Nazaret, la de Señora del destino.

No creo que haya nada que cause más revuelto en un grupo femenino que una rana, digo con excepción de que pase alguna amiga con un vestido algo pasado de moda o unos zapatos ridículos.

Las ranas han sido causa de momentos críticos, por ejemplo me contaron de una señora que en la madrugada vociferaba aterrada “Marcelo bota ese bicho”. El hombre, que realmente le tenía temor, se levantó de un tirón la devolvió al jardín y encaró a su esposa: ¿Quién es Marcelo? . Dicen que después de un prolongado silencio, detrás del sonado portazo una voz femenina decía ¡ay Antonio perdona”.

Sin embargo, ni aún así es para que las ranas sean tan odiadas por las mujeres, son tan inofensivas que ni dientes tienen, son como niños en eterna lactancia. Además, no son tan feas, yo tengo amigas que tienen también ojos verdes, y en cuanto a cuerpo no pueden competir con una Rana Toro bien comida.

  El problema es la frialdad, están en un eterno invierno, pero si fueran calientes seguro les buscaban un pretexto, realmente con la gente nunca se queda bien, así dirán los batracitos. Habría que hacer un trueque y pasar al perro como el mejor amigo de la mujer y la rana acercarla al hombre. Luego no quiero celos cuando empiecen las pintaderas de rojo de sus bocazas y el delineador en sus ojazos.

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